Loc@s por los blogs ENCUENTRO BLOGUIVIANO EL ALEPH: Decisiones nocturnas

Tuesday, September 04, 2007

Decisiones nocturnas

La oscuridad era total. Apenas el sonido atroz y lastimero del último cigarrillo que marcaba una agonía inescrutable, imposible de lapidar. Mario tenía razón. La noche es vengativa,rencorosa, irremediablemente circular para tipos como yo; que se la han pasado rasgando sus entrañas, coqueteando, bajo el pretexto cabal de la bohemia, la fruta oscura que se esconde en el viento abrazador que mueve las ondas de la noche; y cuando el desencanto minucioso, el desgarro miserable atisba en su gigantesca penuria, hay una nostalgia soterrada, una violencia de rasgadura, de erupción madura de cascada; y al caer, en su leve dolor interminable, la pulpa de la sombra, asume una sobriedad inexplicable, un letargo de peces moribundos, una suerte de bruma de anticuario, de anaquel vacío y de café con académicos respetables, donde la palabra muere en su patética medida de terciopelo y todo es tan cuatro paredes que me dan ganas de meterme al baño como un cangrejo y vomitar mi falta de verguenza. Y lo peor viene después, en la inexactitud de tempestades y frazadas limpias, con desayuno incluido, cigarrillo de por medio y unos labior muy próximos y resecos que te refuezan tu nueva vida, cómoda y burgués; y tu sonnríes, despreocupado, casi infantilmente; y aceptas su beso liviano, candoroso, y te sudan las manos y hay un solo radiante que entra pujante y ambicioso por los surcos de las percianas anunciando una primavera que tu no te esperabas; que ha caído imponente y pedregosa sobre tu alma; y ya no sabes que hacer, si aceptar la irremediable bienaventuranza o mandar todo al carajo; con beso en la frente y pañuelo que brilla en su absurda resplandescencia o simplemente encender el último marlboro (nuevo lujo de tu vida burguesa) y mirar el cuerpo, aún con vida de la señorita Yeruti, que te suplica, con la misma irreverencia que hace minutos atrás te quitaba el pantalón, que retires el cuchillo que acabas de incrustarle, sin el menor menosprecio pero sí con evidente circunstancia, de su flanco derecho, por donde ya empieza a írsele la vida.

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